domingo, 6 de julio de 2014

Pertenencias

Un día normal me levanto con la clara idea del todo lo que hay por hacer, vivo con un día agendado al que le molesta haya imprevistos, con las horas calculadas, con los tiempos bien medidos, vivo en un mundo organizado que me permite ser y hacer todas las horas, parto de la fiel creencia de que es el orden y la disciplina el origen del todo cuanto se quiere lograr, antes era mi pretexto para no darle momento al conteo de todo lo que no tenía y todo lo que quería...hoy es una forma de vida que sale sobrando.
Aprendes a ser feliz cuando prestas atención a todos los detalles que conforman un día, cuando eres consciente de todas las sonrisas que se generan alrededor y tú eres la causante, aprendes a ser feliz cuando caes en cuenta que esa felicidad es lo más importante para alguien, que la nota, que la genera y que lo hace así, por querer hacerlo, porque se ve en tus ojos.
Y ahí estaba,creyendo lo increíble.

Aprendes que no hay quien tenga el derecho de decirte que no mereces lo que sueñas, que lo peor que le puedes hacer a otro ser humano es cortarle las alas, que por muy cómodo que resulte la permanencia en algo o alguien, hay un mundo allá afuera y es tuyo en cuanto abres la ventana.
Un día dejé de esperar que los milagros sucedieran y dejé la guitarrita con la que tocaba el mismo verso triste, salí de la hojita de una planta cualquiera, solo...para solo abrirle la puerta...y me di de frente con su paz y el se topó con la amargura de unos 30 que reflejaban 50, nunca volví a ser la misma.

...A veces volteas al pasado para revisar qué fue lo que sucedió, es cuando te das cuenta que nada cambia si no se empieza por uno mismo, hoy soy esta, la de siempre, no menos aburrida ni más simpática, solo soy de él...pero soy más de mi.

...y toda la paz, se nota.