sábado, 23 de febrero de 2013

* PREMONICIÓN *


Tener en las manos el recuerdo de un pasado que se nos extinguió en un último suspiro, la muerte no avisa; nos llega, como un recordatorio de que fuimos lo que amamos, lo que odiamos y todo aquello que quisimos olvidar pero que nunca nos olvidó...que no nos encuentre hechos pedazos.
 
 
Pasar por la vida y la vida por nosotros, acumular historias largas y pequeñitas con nombre y apellido y otras de ausencia, momentos que se resbalan y caen partidos a la mitad cuando el corazón se vive desprovisto, recuerdos atrapados en oraciones nunca dichas, en fotos espontáneas, en risas y llantos con dedicatoria... Al final la vejez, ese estado marchito del cuerpo que anuncia que hemos vivido, en algunos casos no como se hubiera querido, pero siempre...siempre suficiente.
 
 
En el último suspiro de paz o en el último dolor, nos aferraremos al recuerdo de los momentos que ya no fueron, los abrazaremos fuerte y contra el pecho...para hacerlos nuestros, para no irnos solos.
 
Porque al momento de nacer comenzamos a morir y en esta muerte de todos los días...
 somos también los pedazos que nos llevamos entre las manos.